domingo, 11 de septiembre de 2011

La historia de un hombre grande, por Pedro Márquez Reyes – 34 años – (San Basilio de Palenque, Bolívar)

Rafael Herrera fue un hombre que vivió en el Palenque de San Basilio, fue un personaje que llamaba la atención por su corpulencia, fuerza y estatura y, sobretodo, por su capacidad muscular conseguida gracias a su trabajo como sacador de arena con pala del arroyo, que le ocasionó un desarrollo muscular increíble.

Rafa, como le llamaba su madre, era una persona que no sentía respeto por las cosas de Dios y pasaba su vida consumiendo licor y haciendo su labor diaria con la arena para la construcción de las casas de material que representaba el “progreso” para nuestro pueblo. Para los años 60s y 70s la gente creía que esas casas eran sinónimo de mejoría y poder, pero lo que no calcularon era que el calor del sol iba a sofocarlos por no tener casas de palma o bahareque.

Una de las principales características de Rafael era el gusto por las apuestas, muy a pesar de que en medio de ellas no existiera nada valioso, él se las tomaba muy en serio, era lo único que en su vida cumplía a cabalidad porque hasta en su trabajo le incumplía a los clientes.

Uno de esos días de parranda, casualmente para las fiestas del 14 de junio, Rafael había pasado todo el día tomando licor con sus amigos, el día anterior había trabajado suficiente y el dinero no le faltaba. En horas de la tarde, de camino a su casa, se encontró con su amigo Luis Manuel quien también estaba embriagado porque los hombres de Palenque aprovechan las fiestas patronales para echarse unos traguitos y realizar sus faenas.

Rafa en medio de su borrachera se disponía a ir a su casa, pero al encontrarse con Luis pactó una apuesta con él:
- Rafa, apuesto que no eres capaz de escupir a San Agustín en la frente.
Por supuesto que Rafa aceptaría, ese era su punto débil.
- Apuesto que sí.
Y se organizó la apuesta para el otro día.

Al día siguiente Rafa fue hasta la iglesia, se acercó hasta la estatua del Santo, rodó una silla y se dispuso al lado de la figura. Con nerviosismo subió, sudando y con la vista borrosa, producto del susto, pero aún así estaba dispuesto a cumplir la apuesta. Lo dudó un segundo y prosiguió, no había momento para retroceder (¡chuaz!) ¡Escupía a San Agustín!

Asustado y corriendo salió de la iglesia como hoja soplada por el viento, llegó hasta donde su amigo y le dijo: “fíjate que no paso nada, escupí a San Agustín y aquí estoy. Te gané, te lo dije”. Para Rafa era una gran satisfacción escuchar que su amigo reconocía su atrevimiento.

Pasaron los días, se acabaron las fiestas y el pueblo religioso comprendió la magnitud de lo acontecido y en todas las esquinas del caluroso pueblo el tema de conversación fue la acción cometida por Rafael, por ello cuando él llegaba a donde estaba un grupo de personas la gente lo dejaba solo o, en el mejor de los casos para él, se dedicaba a hacerle bromas hasta que por su voluntad de marchaba.

Cuenta la gente que por gracia divina, en castigo por el atrevimiento e irrespeto, Rafa perdió estatura, su capacidad de hablar fluidamente se acabó y desarrolló trastornos mentales. Pobre hombre, todo lo que le pasó por no respetar lo que para él no significaba nada.

Tomado de:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/blogs/centrosmemoria/2011/07/06/historia-hombre-grande/

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