domingo, 11 de septiembre de 2011

Llegada y supervivencia de un costeño en el llano, por Jennifer Dayana Rueda Barrios – 18 años – (Tame, Arauca)

A mediados de 1992 el señor Pedro se vio en aprietos económicos, sin un trabajo estable, sabiendo que tenía una responsabilidad muy grande con Alba, quien tenía un hijo de él y una niña en camino, optó por salir de la Costa para llegar a los Llanos Orientales, donde se encontraban algunos

de sus amigos.

Él partió de la Costa una madrugada dejando a su señora y familiares con la promesa de encontrar un mejor futuro para todos. Tenía sólo un sombrero vueltiao y tres millones de pesos en el bolsillo con los cuales pensaba comprarse una camioneta para sacar plátano de las fincas de sus amigos y llevarlo a Bogotá.

Dos días más tarde llegó a Saravena, Arauca, totalmente desubicado. Sin saber en realidad en qué lugar se encontraban sus amigos. Decidió sentarse en un restaurante donde le ofrecieron almuerzo y una bebida.

- ¿Hay ceviche de camarón?, preguntó
- Pija pariente, ¿y eso qué es?
- Ese es mi plato favorito, ¿por qué, no hay?
- No pariente, eso no se hace por acá.
- Mmm ya, no joda ¿y ahora qué como? Señora ¿qué tiene o qué me puede ofrecer?
- Tengo mamona
y pisillo si se le ofrece.
- Bueno, tráigame la tal mamona esa.

Al llegar el plato de la comida le preguntó a la señora:

- Hey ¿y esto qué es?
- Parientico, esa es la mamona, su comida.
- ¿Y dónde está el arroz blanco de coco y el ñame?
- Ja ja ja, parientito yo no sé qué es eso.
- Bueno, no hay problema, gracias.

Al terminar su almuerzo, le canceló a la señora y le preguntó:

- Disculpe señora, ¿usted no distingue a Rodolfo o Toño Primo?
- No, yo no, pero si hay alguien que le puede dar información.
- ¿Si? Me ayudaría mucho, gracias.
- Ey Chigüiro, ¿usted no es que conoce a Toño Primo? Es que hay un señor de la Costa que lo necesita.
- Sí Doña Rosa, pero yo a gente desconocida no le cuento nada y mucho menos le doy información de alguien.
- Disculpe señor, es que él es amigo mío y estoy en busca de su casa, él sabe que yo venía, lo que no sabía era cuando iba a llegar.
- La verdad cuñado, yo voy más tarde para las plataneras y si me lo encuentro, yo le comento sobre usted, si quiere.
- Y por qué no mejor yo lo acompaño y así me encuentro con él.
- No, no, no, cómo se le ocurre, yo no lo puedo meter a usted por allá, o quiere que ese sombrero cambie de dueño, por cierto, está muy bacano cuñado.
- Bueno, ¿entonces cuánto tengo que esperarlo?
- La verdad cuñado, no sé cuánto me demore, pero eso sí, como el camino es largo, mejor me voy yendo, chao.
- Señora ¿dónde puedo pasar la noche?
- Mire señor, cuelgue ese chinchorro en la choza de atrás y pasa la noche aquí, mañana se levanta y le ayuda a mi hijo a ordeñar.

Días después de su partida regresó Chigüiro al restaurante y le dijo a Pedro:

- Oiga pariente ¿usted por qué no se ha ido por donde vino?
- No, cómo se le ocurre, si yo vine fue a trabajar por acá.
- Jajaja ¿Usted a trabajar? Si así es la vaina cuñado, levántese tipo 3:00 de la mañana, coja un carro y le dice al conductor que lo deje en el Altocauca, allá defiéndase como pueda.

A la mañana siguiente, como le había dicho Chigüiro, se levantó, y a las 3:30, el carro estaba rondando las calles para llevar a la gente a Altocauca. Pedro, sin saber exactamente para donde se dirigía le dijo al conductor:

- Señor, ¿usted va para Altocauca?
- Sí, súbase, son cinco mil pesos.

A eso de las seis de la mañana, iban llegando:

- Pariente, ¿y usted para dónde quién va?
- Yo me dirijo para donde mi amigo Toño Primo.
- Huy pariente pero él no vive ahí, el vive mucho más allá, le toca es pagarle a alguien o caminar mucho por esas trochas, por cierto, quítese ese sombrero o regálemelo usted verá.
- No, ese sombrero no lo regalo ni lo vendo, cómo se le ocurre señor, por qué mejor usted no se gana lo del pasaje y me lleva.
- No… no pariente, yo por esos lados ni me meto.
- Listo, nos vemos.
- Claro, si sale de por allá

Pedro cogió su maletín, envolvió su sombrero y lo guardó. Empezó a caminar por extensas trochas, después de dos horas, llegó a un caserío y preguntó:

- ¿Señores ustedes distinguen a Toño Primo?
- ¿Y para que lo quiere cuñado?, dijo un señor.
- No, es que somos amigos, llegué hace poco y no me he encontrado con él.
- Mire, él está en la gallera que queda pasando la carretera detrás del caserío.

Pedro corrió afanado, sonriente porque por fin se iba a encontrar con Toño y sus amigos, pero lo que no sabía, es que ellos ya no estaban ahí. Al llegar se llevó la sorpresa, se desanimó, desilusionado pensó en dejar su búsqueda y regresar a su tierra pero se acordó de los motivos por los que llegó allí y decidió hacer un esfuerzo más.

Pedro, con las ganas que tenía de seguir luchando por su familia, se devolvió al caserío y le preguntó a los señores la ubicación exacta de la finca de sus amigos, porque en la gallera ya no estaban.

- Señor ellos tienen que venir de nuevo porque en unas horas van a vacunar, herrar, y topizar al ganado, si quiere puede esperar una vez mas y ahí sí se los puede encontrar.
- Muchas gracias, contestó Pedro.

A eso de las 3:30 de la tarde llegaron Rodolfo y Toño Primo, al ver a Pedro se sorprendieron y alegraron, una sonrisa como el horizonte se reflejo en sus rostros. Decidieron irse para la finca y aplazar la jornada de trabajo. Le presentaron al resto de la familia, mientras tanto le contaron que la región estaba peligrosa, que era mejor que trabajara un tiempo dentro de la finca para que la gente lo distinguiera y no lo fueran a atacar.

Él, muy honrado, le contó a los trabajadores que tenía una platica ahí guardada para una camionetita. Empezaron a trabajar muy duro y se la pasaron de finca en finca, manejando ganado, sembrando plátano y haciendo otros trabajos. Transcurridos los días, como de costumbre, madrugaron para las plataneras y después de unas horas de trabajo, vieron de repente una humarada que estaba arrasando con toda la finca y comenzaba a acecharlos.

Asustados, corrieron a la casa a tratar de salvar algo, pero ya era demasiado tarde, todo se estaba convirtiendo en cenizas. Optaron por correr al pozo de agua y empezaron a llenar balde por balde para tratar de apagar las llamas. La cuerda de uno de los baldes se rompió cayendo al fondo del pozo; Pedro asustado al ver tantas llamas se metió al pozo en busca del balde. La cuerda que sostenía la escalera por la que bajó se reventó y él cayó al pozo.

Durante una hora la gente se preguntó por el paradero de Pedro, lo buscaron desesperadamente. Cuando lo encontraron, Pedro estaba agotado y lloraba por no haber podido hacer nada. La gente lo ayudó a salir y él cayó al suelo exhausto, con el sombrero empapado. Todo lo que tenía se quedó en el recuerdo.

La gente consternada se preguntaba, ¿Qué será de nosotros?, ¿Por qué paso esto? Pero el silencio reinó, nadie dijo nada, sólo pensaban que era un misterio más de la vida. Pedro con su camisa rota, mojada y con su sombrero raído, salió junto con los demás a la orilla de la carretera para esperar la ayuda que se había pedido de los pueblos vecinos.

La gente en Tame, Saravena, Fortul y Araunquita, reunían alimento y ropa. Días después de la tragedia, Toño Primo le comentó a Pedro que en Saravena había un primo que tenía una casa donde se podían ubicar mientras se arreglaba su situación. Al llegar a Saravena donde Miguel, el primo de Toño, quien trabajaba en la Agencia de Rifas La Efectiva, los vio tan afanados por conseguir trabajo que les propuso trabajar con él de lunes a viernes. Ellos estaban tan necesitados que contestaron sin dudar que sí. Comenzaron a vender boletas por las calles, llevando de las maños chigüiros, toros, vacas, novillos, dependiendo de lo que estuvieran rifando.

Pedro, al ver que no estaba ganando lo suficiente, decidió trabajar los sábados y domingos en una finca cercana en la que se practicaba coleo. Madrugaba sábados y domingos para ordeñar, trasladar la torada de corrales, levantar cercas, revisar las plataneras y vacunar. Durante un mes trabajó duro para más o menos sostenerse y así poder comunicarse con su esposa. Alba, al escuchar todo lo que le decía Pedro, se desesperó mucho y el parto se adelantó. La niña nació, Alba y Pedro estaban enfrentados por mil emociones distintas, al pasar ocho días Pedro tomó en arriendo una pieza y decidió llamar a su esposa nuevamente:

- Mi amor, véngase que ya tengo una pieza donde nos podemos acomodar los cuatro, si quiere voy por usted a Bucaramanga.

Alba con su hijo de un año y su niña de ocho días de nacida, decidió ir a encontrarse con Pedro, su esposo. Al llegar, Alba lloraba de la emoción, abrazaba a su esposo y le presentaba la niña que no había visto nacer. Se instalaron en la pieza que él había sacado, comenzaron a trabajar los dos en las rifas y los fines de semana en la finca. Los esperaban jornadas llenas de naturaleza y resabio llanero.

A lo largo de los años Pedro ha atravesado muchos obstáculos pero gracias a Dios los ha superado con la ayuda de su esposa, quien está llena de fuerzas y lucha diariamente por mantener y sacar a sus hijos adelante.

Un día, Pedro le comentó a su esposa que había una oportunidad muy buena de trabajo en Tame, Arauca, y que se tenían que ir para allá, para donde los Tameros, artesanos que manejaban muy bien el cuero, la madera, las semillas; allá donde hay personas dedicadas a la ganadería y a hacer cotizas. Tame es un pueblo de admirar por sus tierras, la amabilidad de la gente, sus costumbres, fiestas, estaderos y el cantar de la comunidad.

Con el tiempo Pedro y Alba han llegado a construir su propia empresa ganadera. Ven al sol salir todas las mañanas y escuchan el llamado de las vacas a sus terneros, cabalgan escuchando y sintiendo el viento sobre ellos. Su vida es una lección de que solo hay que darle tiempo al tiempo y dejar que la vida nos enseñe a ser grandes.


La mamona, o ternera a la llanera, es uno de los platos típicos de los llanos orientales. Para conocer un poco más sobre este plato, normalmente acompañado por papa y por yuca, puede visitar el siguiente enlace:

Ternera a la llanera

Tomado de:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/blogs/centrosmemoria/2011/06/23/llegada-y-supervivencia-de-un-costeno-en-el-llano/


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