domingo, 11 de septiembre de 2011

Todos dejamos y hacemos historia, por Ángel David Gallego Peláez – 15 años – (Sonsón, Antioquia)

LO QUE YO AVERIGÜÉ

Ramón Marín, mi tatarabuelo fue uno de los fundadores de Sonsón, “sí, a mucho honor”, ayudó a construir la carretera de Los Medios, uno de los corregimientos más importantes de mi municipio. Él no aparecerá en los libros de historia ni habrá un monumento en su honor pero su nombre está en el Acta de Fundación del municipio como uno de sus primeros habitantes.

LA HISTORIA DE MI TATARABUELO

“Corta pero sustanciosa”. Como ya había dicho, en su soltería él ayudó a construir Sonsón, y su novia (y tatarabuela mía) fue Alejandrina Loaiza. Ella tenía otro pretendiente, pero como dice el dicho “al que madruga Dios le ayuda”. Mi abuelo llegaba primero a hacerle la visita a Alejandrinita y quesque se ponía la dominguera pa’verse pispo, que era, un pantalón de paño, una camisa blanca de botones, unos guayos, sombrerote de paja, carriel y ruana; parecía Rin Rin Renacuajo pero sonsoneño.

De ése noviazgo resultaron casándose y tuvieron 21 hijos, fuera de los abortos, nada raro sin televisión. Por esos años no había con qué planificar y de allí que las familias Sonsoneñas fueran tan grandes. La primera que nació fue Lilia, que es de la que más adelante les voy a hablar. Ramón y Alejandrina le dieron estudio a todos los 21 hijos; poquito, pero aprendieron a leer y escribir en letra pegada y números romanos, eso es mucho cuento. Aunque mi tatarabuelo los mandaba a todos a la escuela con zapatos, que eso en ese tiempo era un lujo, habían unos animalitos llamados “niguas” que daban dentro de las uñas de los pies de andar a “guinche pelao”, quesque esos animalitos se orinaban ahí dentro y eso dolía la cosa mas berraca y tocaba sacarlos con una aguja.

Resulta que mi tatarabuelo era muy celoso con las hijas, no las dejaba casar y si se casaban era al escondido, tanto que les echaba una maldición si querían contraer nupcias con alguien. Mi abuela materna, Lilia, la hija mayor del tatarabuelo, fue la excepción. Ella sabiendo esto le dijo a papá que se quería casar y a él como no le gustó le dijo: “Vea mijita si usted se casa con ese hombre le tocará pedir y vagar de casa en casa”. Al fin de cuentas ella se casó y aunque no le gustara mucho al taita, la familia de mi abuela sufrió mucho. La filosofía popular es sabia “cría cuervos y te sacaran los ojos”. Y así pasó, al tatarabuelo con el pasar de los años, lo fueron abandonando los hijos y a él mismo le tocó hacer una choza de guadua y meterse a vivir allí con la esposa. A él le dio una pena moral de pensar que él enfermo y viejo viviendo solo en una choza, aguantando hambre y que ninguno de los 21 hijos se acordara de él, pero Lilia sí se acordaba. Llegaron por los viejitos a Los Medios unos hijos que estaban viviendo y todavía viven en Aguadas, Caldas. El viejo murió llegando a la Unión. Siguieron con él derecho hasta Aguadas y allí lo enterraron. Mi tatarabuela Lilia todavía vive en Aguadas. No sé cuántos años tienen ni la conozco, se que vive y deseo conocerla antes de que se muera.

COMO ERAN LOS ABUELOS Y SU DESCENDENCIA

Empecemos con el casorio. Como les había contado anteriormente la abuela Lilia se había casado pero no con quién, pues vea, la abuela Lilia Marían Loaíza se casó con un pereirano que se llamaba Libardo Guerrero Peláez, y de él, de sus familiares, hermanos y padres sé muy poco. Eso sí, ninguno de los 21 hermanos de mamita Lilia lo quería por moreno, pobre y tímido.

Esta parte de la historia la cuenta mi amá y está llena de travesuras de mis tíos con ella, que aunque ya pasaron y todos están viejos y acabados, no olvidan su infancia porque en las reuniones familiares son motivo de charla y burla. Pu’hay se dice “las cosas de la casa no se cuentan” pero… ¡ah que va! menos introducción y más historia.

Los Antioqueños, y más los del campo, nos caracterizamos por ponerle sobrenombre a la gente, aquí les mando: Las potrancas, las culichuzas, los aguasaleros, las cernas, las juacas y el de nosotros, los Guerrero, venga les explico pues resulta que a papito Libardo le vino a dar el apellido el papá ya viejo, él sólo tenía el apellido de Peláez, el que le heredó a la mamá. Entonces por eso los dos hijos menores de Libardo y Lilia, que son Gloria y Héctor quedaron con el apellido, Guerrero Marín y no Peláez Marín como el resto.

Descendencia Peláez Marín “Los Guerrero” (Del mayor al menor)


Progenitores: Lilia Marín Loaiza y Libardo Guerrero Peláez.

1. Edilma, quesquera toda negra cuando nació: “negra cucarrana”
2. Fernando, “Narices de Breva”.
3. Rubiela, todo se lo contaba a mamá. La ñaña de mamá era: “La quejumbrosa y la lambona”.
4. Marleny, ella es mi madre y la que me cuenta todo esto, quesquera toda mona y
cabecipela’ cuando nació: “La Mona”.
5. Alberto, fue creciéndole una verruga grande en la mitad del labio inferior y mi mamá se la quitó con pomada tumbacallos.
6. Silvio, siempre ha tenido ojos verdes y grandes lo llamábamos: “ojos de gato”.
7. Nicolás, era un negrito todo rechinadito que se mantenía caloríandose al fogón de leña.
8. Marta, era toda chiquitica, le decíamos “La Tata” y le daban unas gripas tan horribles que se ponía a llorar del dolor
9. Gloria, era “la chicharrona del rancho”
10. Héctor, “Narices de olleta”.

Ni mi papá ni mi mamá se escaparon de los apodos. A papá le decíamos “Geroche”, el color de la noche. Y a mamá, Tina. Nosotros hay veces nos íbamos para la cocina en la tarde a ponerle sobrenombres a los vecinos, a rajar, a chismosear del prójimo y a gozar. Y claro, nosotros mismos también nos poníamos sobrenombres:

“Vea mijo, la pobreza, la sencillez y la inocencia en la que vivíamos era mucha. No había tanta delincuencia, tanta violencia, la plata valía más, quién iba a pensar que el mundo cambiaría tanto. Ustedes tienen todas las comodidades y piden más. Nosotros nos criamos a pie limpio, las mujeres con unas baticas hechas de una franela de peloticas rojas y unos calzones todos floriados y feos. Ni siquiera tenían resorte. Y los hombres con unas pantalonetas de terciaderas cortiticas. Hoy usted quiere vestirse a la moda. A uno le daban una bata que ya se la habían puesto veinte, y uno era feliz. Jugábamos con muñecas de trapo y hacíamos arepitas de pantano, y los niños jugaban con trompos y valeros de palo. Yo me acuerdo que Nicolás hacía con las pilas acabadas de la linterna y el radio, unos carros. Ponía las pilas en fila y encima les ponía una tabla. Me acuerdo de los regalos de diciembre, como éramos de pobres nos daban unas telitas ojo de pollito y con ellas nos hacíamos unas baticas con bolerito, las batas ojidepollo”.

Sigue contando mi amá que Edilma, que era la mayor nos arrastraba para todos lados, a subirnos a los palos a robar mangos y naranjas. Ella era la que nos abría los ojos y maldadosa, resulta que todos comíamos en la cocina y cuando todos estábamos acabando de comer, ella apagaba la vela y nos echaba en el plato un poquito de ceniza que cogía del fogón.

Primero que todo papá era muy cochino, no le gustaba bañarse y si se bañaba era cada mes. Pero mi mamá cogía un soco de escoba con jabón de tierra y lo restregaba. Él apenas se quejaba, “Ay, ay Dios mío, esa agua tan fría”.

Mi mamá nos daba papitas y pedacitos de carne y nosotros hacíamos unos sancochitos, en unos tarros de leche vacía. Una vez, Rubiela me iba a quitar el sancochito mío pero yo salí corriendo y en esas me caí en una estaca de guadua y me hice un hueco en una pierna. No me llevaron al hospital sino que me hicieron curaciones caseras y andé patiabierta como un mes. Cómo le parece que mi amá sacaba a uno de nosotros cada ocho días con ella a mercar al pueblo y un día salió con Rubiela, ella vio una chucha muerta en la calle séptima, que era la calle del comercio, y del asco que le dio no comió carne en toda una semana. Y en la casa llevaban cinco kilos de carne semanales que valían 300 pesos. A mi apá para que rajara leña pa´el fogón había que darle arepa con dos y tres huevos revueltos con chocolate. Entonces cuando no había huevos mandábamos a Fernando a buscar nidos de garrapatero y le dábamos de esos huevos.

Mi mamá dice que se acuerda de cuando ellos estaban cogiendo café en una finca vecina. Nicolás se cayó a un rastrojero y nosotros todos preocupado quesque porque se lo había llevado la madremonte. Bueno al fin los encontramos de los chillidos que pegaba.

En la casa nos ponían a rezar el rosario todos los días a las cinco de la tarde. Y un día no quisimos y nos entramos a las siete de la noche por el zarzo a la pieza. Y cómo le parece que el diablo nos asustó. A mí y a Rubiela se nos montaron en la nuca. A Fernando le alzaron la cama y se la volvieron a bajar. Y a Edilma le jalaron el pelo. Yo creo que a los otros hermanos no los asustaron porque estaban muy chiquitos. Y amá puso un machete en la puerta y le regó ocho goteras de esperma.

Nosotros vivíamos en una casa que se llamaba La Estancia y más abajo vivía un señor que tenía una finquita. Al señor le decíamos Vargitas y con él tuve dos cacharros. El primero fue que yo estaba subida con Rubiela en un palo de naranjas de la finca de él, nos pillo y nos dijo: “Zurronas, no les da pena subidas en los palos mostrando los calzones”. El otro fue que yo iba para la casa, él tenía una cementera al borde del camino, yo vi mucho café maduro y me metí a coger cuando él fue apareciendo, me cargó y me dijo que ese café era de él, y me lo hizo echar al coco.

Joaquín Marrano, otro vecino, me llamaba debajo de un palo de café quesque “venga venga Mona pa´darle cinco pesos”. Yo le contaba a mi amá y dijo que le iba a meter un garrotazo.

Una vez la gata de la casa estaba embarazada y no tenía donde criar, entonces crío en la cama de Nicolás. Pobrecito, le tocó acostarse a los pies de apá. Mi amá, le gustaba mucho tener pollos de engorde y gallinas. Cuándo los pollos pegaban un chillido es que la comadreja ya iba lejos. Para espantar la comadreja tocaba quesque hacer una quema de trapos y zapatos viejos. Y eso olía tan maluco que el olor tan hijuemadre la espantaba.

Me acuerdo cuando la comadreja se llevó un pollo y mi amá salió detrás de ella con un palo muerta de rabia. Ese animal quesque dio unos saltos grandes hasta que se escondió en un barranco.

Tomado de:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/blogs/centrosmemoria/2011/06/23/todos-dejamos-hacemos-historia/

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