domingo, 11 de septiembre de 2011

Un hombre inolvidable, por Leidy Lorena Aguirre Sánchez – (Aguadas, Caldas)

Aguadas es un municipio de gente pujante y emprendedora, está conformado por campesinos, damas, caballeros, niños, jóvenes, adultos y, por supuesto, ancianos, aquellos quienes han trabajado toda la vida y sus recuerdos están cargados de grandes historias llenas de experiencia como las de Don José Uriel Sánchez, mi abuelo, proveniente de Mermita, quien comparte toda su vida con sus nietos.

Don José Uriel fue un gran arriero y tuvo una infancia bastante difícil pues su madre murió cuando él solo tenía doce años, y su padre no cuidó mucho de él ni de sus once hermanos, por eso mi abuelo tuvo que trabajar desde muy pequeño y su educación fue escasa y mediocre, sólo estudio hasta el grado tercero, no pudo avanzar más porque era un diablillo, le gustaba desafiar a las maestras y enojarlas.

A pesar de los innumerables castigos con regla y lazo, mi abuelo nunca dejó de comportarse mal, entonces se puso a trabajar haciendo pequeños sembrados y en fincas donde lo contrataban por dos o tres días; en ese tiempo le encantaba jugar bromas bastante pesadas a los trabajadores adultos, y según él, nunca lo llegaron a descubrir.

Un poco más grande, empezó su labor como arriero, al principio fue duro para él pues no estaba acostumbrado a caminar tanto, pero con el tiempo se acostumbró y a los quince años llevaba panela, aguacate y más productos para comercializar en Sonsón, Antioquia. A esta edad tuvo su primera novia, que le fue muy difícil conquistar, pues tuvo que pedirle permiso al padre de ella para poder siquiera establecer una conversación.

Las relaciones de noviazgo en ese entonces eran algo complicadas, como le ocurrió a Ana Julia Suárez Jaramillo, que vivía en la vereda de El Edén, quien tuvo su primer novio a los quince años, llamado Marino Barbosa. Cuenta Doña Ana Julia que cuando él la visitaba los sentaban bien retirados y separaditos pues no era permitido que se acercaran demasiado y mucho menos darse un beso o un abrazo.

Paso un año en el que Marino la visitaba y un día le pidió permiso al papá de Ana para casarse con ella, pero él se negó y fue su última palabra. Cuando Marino se fue, Ana habló con su papá, él la aconsejó y le dijo que ese hombre no le convenía. Ana después de uno o dos novios se casó de 25 años.

Pero José Uriel, mi abuelo, sí tuvo demasiadas novias y dejó hijos regados por todas partes. Él era reconocido por ser mujeriego, bebedor, verraco y peleador. En algunos de sus recorridos como arriero él recuerda ser perseguido por brujas; cuenta que un día iba cruzando un puente, cuando el sol empezaba a ponerse, y vio que a su alrededor volaban varios murciélagos, de repente sintió un escalofrío y vio una sombra negra que salió del matorral que cuando volaba silbaba en el viento y lo estremecía produciendo sonidos de truenos.

Mi abuelo recorrió casi todas las veredas de Aguadas y Sonsón, conocía cada trocha y camino por escondido que fuese. José Uriel, gran peleador de Mermita, era ya un hombre desafiante que luchaba a muerte para ganar el respeto de la gente, con el paso del tiempo, él se casó, tuvo hijos y nietos, disfrutó su vejez y murió feliz.

Tomado de:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/blogs/centrosmemoria/2011/07/06/un-hombre-inolvidable/

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