domingo, 11 de septiembre de 2011

La vida de mi madre, por Kimberly Tatiana Cruz – (Calarcá, Quindío)

La infancia de mi madre fue una de las épocas más difíciles ya que fue sometida a una serie de maltratos físicos y psicológicos por parte de su padre. Ella vivía con su madre, padre y hermano y fue la primera en nacer, y por ser la mayor tenía muchas responsabilidades. Desde los ocho años trabajó, viajó sola de ciudad en ciudad y nunca pudo saber qué era salir a jugar con niños de su misma edad.

Sus padres tenían un restaurante, de eso vivían. Lo complicado para mi madre era que las empleadas del restaurante sostenían relaciones comprometedoras con su padre; aunque su madre lo sabía nunca intentó hacer nada para evitarlo porque ella creía que iba a ser maltratada como respuesta a sus reclamos.

Mi madre administraba y servía en el restaurante, el único beneficio que tenía de su trabajo era que podía comer muy bien. A mi madre no le quedó tiempo para nada, ella y su familia nunca tuvieron tiempo para ellos, todo era trabajo. Mi madre trabajaba y estudiaba, su hermano hacía lo mismo, su madre tenía que encargarse de todo en el hogar y su padre también, pero él muchas veces gastaba el dinero de la familia en lugares de mala muerte consumiendo trago y llegaba borracho a la casa a golpear a mi abuela, mi madre y mi tío.

Un día mi abuelo agarró a mi abuela del pelo y la lanzó contra las paredes y muros sin importarle que ella estuviera embarazada. Mi madre estaba en esos momentos en la casa y no soportó el maltrato y a pesar de ser de contextura delgada y pequeña intento defenderla o por lo menos hacer algo para evitar que la siguiera golpeando. Así, cogió una varilla de hierro y golpeó al hombre en la columna, provocando su caída instantánea al suelo y causándole un daño leve en la espalda. Mi madre salió a esconderse pero cuando regresó a la casa fue víctima de una golpiza muy fuerte, aunque estaba dispuesta a repetir su acto heroico para defender a su mamá. En otro momento de violencia de su padre, ella cogió una olla de agua hirviendo y se la echó en los pies al hombre causándole quemaduras.

El padre seguía con su vida de trago y fiesta mientras su familia sufría y aguantaba sus maltratos. El hermano de mi mamá, cansado de la violencia y de ver cómo sufría su madre, quiso irse de la casa a los trece años, y como en ese tiempo era fácil que le dieran trabajo a un hombre joven, así lo hizo. La niña que era mi mamá le rogaba para que se quedara pero él decía que era imposible aguantar más ese sufrimiento, que si ella quería se fuera con él, pero la niña sabía que si lo hacía su padre era capaz hasta de matar a su madre.

Los maltratos seguían iguales para toda la familia, pero a la menor de las hijas el padre le tenía cierta preferencia y la llamaba “la niña de sus ojos”. Mi mamá se sentía rechazada pero aún así no podía evitar la predilección ni los maltratos del padre.

Su vida seguía adelante con la misma rutina de siempre, el tiempo pasó, ella creció y apareció su interés por tener amigos, amigas y hasta novio, hecho que su padre no permitía. Mi madre quiso arriesgarse y tener amigos a escondidas de su padre, su madre le alcahueteaba en lo que ella pudiera y en ese tiempo empezaron a acercarse con un poco más. Hablaban sobre hacer sus vidas, de cómo habían sido hasta ahora y de cómo podrían ser; uno de los temas principales de las conversaciones era ese hombre, padre y esposo, que las había hecho sufrir tanto, sabiendo que su situación no cambiaría si ellas no hacían algo al respecto. Plantearon una seria de propuestas para mejorar su condición de vida, lo primero era continuar igual, lo cual no mejoraba su situación, también podían irse de la casa y empezar una nueva vida o también perdonarlo y olvidar todo.

Ellas estaban dispuestas a hacerlo, llego el día que tanto habían esperado, mi madre tenía su novio quien la apoyaba en todo y no estaba dispuesto a permitir más agresiones. Mi abuela dejó a su esposo, “mi abuelo”, lo cual le causo a él una rabia impresionante que lo llevó a hacer y decir cosas inapropiadas.

La casa donde vivían era de mi abuela, durante el tiempo que ella trabajó, ahorró para comprarla, a diferencia de su esposo que se gastaba el dinero en fiestas. En el momento del divorcio él quiso quitarle la casa argumentando que le pertenecía, pero como la casa era legalmente de mi abuela, la amenazaba diciéndole que la iba a quemar, que un día cualquiera iba a entrar a matarla a ella y a mi madre. Él hombre intentó entrar más de una vez a la casa de mi abuela en estado de embriaguez, pero le fue imposible porque mi madre y mi abuela cambiaron todas las cerraduras de las puertas.

Apareció entonces otro problema, el restaurante que pertenecía a los dos. Decidieron dividirlo en partes iguales. Mi abuelo vendió su parte, se la bebió, se gastó el dinero en lo de siempre, mientras que mi abuela siguió adelante con su mitad del negocio, sus hijos y la casa.

Mi abuelo enfermó, sufría del corazón, estando en el hospital sufrió un infarto y cuenta el tío de mi madre, el hermano de mi abuelo, que murió llamando a mi madre por su nombre, se dice que tal vez estaba arrepentido de todo el daño que había causado. En su entierro estuvo a punto de estallarse el cuerpo, solo pudieron velarlo pocos minutos, lo enterraron rápidamente. Mi madre recibió el apoyo de su novio de principio a fin. Las mujeres, mi madre y mi abuela, tomaron la muerte con calma pero la hija menor sufrió la pérdida del padre. El otro hijo, mi tío, regresó a la casa para el funeral, la pérdida no le causó mayor conmoción, pero les dolió a todos porque era su padre.

Pasó el tiempo y otra noticia conmocionaría a la familia, el novio de mi madre le había propuesto matrimonio. La reacción de mi abuela fue llorar, se sentía feliz y triste porque se iba a ir la niña, la joven, la hija que tanto la ayudó.

Mi madre se casó y decidió vivir sola con su esposo, mi padre. Un día cualquiera ella iba caminando por su casa a pies descalzos y con dos baldes de agua en sus manos, resbaló y la sangre corrió por sus piernas. En el hospital le dijeron que ella había estado en embarazo pero había perdido su bebé que apenas tenía un par de meses.

Pese a la difícil situación mi padre y mi madre supieron seguir adelante, lo superaron, pasó el tiempo y a mi padre, que era policía, lo trasladaron. En ese momento ellos vivían en Aguachica, Cesar, allí mi madre quedó en embarazo de su primera hija. Luego vivieron en Manizales, Caldas, la ciudad de origen de mi padre, y donde nacía yo y mi hermana.

En esa ciudad tuvieron su casa en el barrio La Sultana, que aún existe. A mi padre lo volvieron a trasladar, esta vez fue a Calarcá, un hermoso pueblo en el Quindío. Al principio fue difícil acostumbrarnos a las tradiciones locales, como las fiestas, la forma de ser de las personas y hasta la estructura social, pero con el tiempo nos acostumbramos y llevamos tres años viviendo en la población. Mi papá se pensiono en Circasia, mi hermana mayor estudia Derecho y mi hermanita y yo estudiamos en el Colegio Robledo.


Tomado de:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/blogs/centrosmemoria/2011/07/01/la-vida-de-mi-madre/

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