domingo, 11 de septiembre de 2011

Las aventuras de armando, por José Armando Carvajal Rivas – (Sonsón, Antioquia)

Aún recuerdo que cuando tenía siete años, como éramos tan pobres, mi mamá y mi papá salieron en busca de mejor fortuna en la minería. El trabajo en un pueblo como San Miguel es escaso, y muy pocos logran vivir allí, por eso mucha gente recurre a la minería para sobrevivir.

San Miguel tiene muchos lugares agradables, yo he estado en algunos de ellos. Hace unos días estuve en una vereda llamada San Antonio, por ahí los habitantes sobreviven de la minería, sacando de la tierra el oro con una pala y una barra, también con una batea, que es un recipiente de palo, la hacen a mano de un árbol llamado cedro y del comino.

Quiero que sepan que yo soy de San Miguel, corregimiento de Sonsón. Por San Miguel pasa el río La Miel, al otro lado queda Caldas. El río La Miel divide a Caldas de Antioquia y es muy rico en peces, hay muchas especies como el nicuro, el bagre, la picuda, el bocachico ¡también muchas sardinas de color plateado! ¡Colirroja! En San Miguel la gente vive de la pesca, y a las cinco de la tarde, la mejor hora para pescar, salen en sus canoas de palo.

Ramiro Beltrán Coronado es un pescador en el río La Miel, él dirige una canoa de palo que lleva un motor fuera de borda con bujía. Su ayudante se llama Luis Fernando Herrera Calderón está preparado para lanzar la atarraya. Llevan cuatro horas pescando, solo han cogido 78 peces, 70 bocachicos, 8 nicuros, pero no importa, siguen la pesca con mucha fe. La noche termina y su compañero le dice: “amigo, nos vamos, ya la pesca terminó”. Los dos amigos emprenden la marcha hacia San Miguel, la ruta les lleva 15 minutos río arriba por La Miel.

Corre el tiempo, pasan los 15 minutos, llegan a San Miguel, Luis Fernando coge los 70 bocachicos en una mano, en la otra los 8 nicuros, va a venderlos con el fin de conseguir un poco de dinero para así poder comprar algo de alimentos para su familia conformada por tres niñas, cuatro niños y su mujer, Leidy Andrea Vargas. Luis Fernando sigue con las ganas de vender los peces, él esta ofreciéndolos, pide $8.500 por los 8 nicuros y si logra vender los 70 bocachicos serán otro $20.000.

Así vive la gente de San Miguel, de la pesca y del oro. Algunos, como yo, vivimos de la minería. Saco oro, mis padres me enseñaron a minar desde los siete años porque en las minas es más fácil ganar dinero; si uno trabaja en fincas ganaderas el sueldo es mínimo, la paga es muy bajita y no alcanza para la familia. Mi papá trabajó en una finca, lo que le pagaban no alcanzaba para los alimentos, porque eran muy costosos. Mi papá tomó la decisión de entrar a la minería, pero él no pensó que con esa decisión cambiaría también mi futuro, porque al entrar él me llevó a mí y me tocó abandonar el colegio para empezar a trabajar.

Como verán, los niños de San Miguel a una temprana edad empiezan a trabajar, es algo muy duro porque los niños como yo deben estar en el colegio, pero yo no culpo a mi papá porque somos una familia muy pobre y la mina nos brinda una forma de poder conseguir dinero para los alimentos. El oro es muy costoso, un solo gramo de oro puede valer $50.000 pesos, mi papá saca 4 gramos en el día, trabajando desde las siete de la mañana hasta las tres de las tarde. Así es el trabajo, tengo las ganas de estudiar pero ya me quedé.

Vivo cerca de una montaña en una casa de tabla. Como vivo muy lejos del pueblo de San Miguel no puedo estudiar, me queda a cuatro horas de camino, por ahí andan muchos arrieros, yo camino con ellos y compartimos muchos detalles, andamos por el Camino Real desde el Río Claro a San Miguel. Los arrieros me cuentan que transportan alimentos como la yuca, el maíz, también el plátano. Los arrieros cargan sus mulas machos, a cada uno de los animales le amarran dos cargas de maíz que pesan unos 80 kilos.

Los arrieros han cargado sus mulas, yo empiezo a andar con ellos, empiezan su camino desde Río Claro hasta San Miguel, cuando van por la a mitad del camino paran y descansan diez minutos. Ya van dos horas, les faltan otras dos para llegar a su destino final, pero sucede algo muy horrible, una de las mulas que había sido sobrecargada sufre un espasmo en el camino, se tira al suelo y se revuelva con tanto dolor que termina muriendo. Su amo, sin poder hacer, siente tristeza por el animal pero tiene que seguir el camino. Don Pedro, el amo, le quita la carga a la mula, la resguarda en el monte tapándola con un plástico para que no se moje, al animal lo deja tirado en la orilla de la carretera para que los gallinazos se lo coman. Siguen su camino, transcurre el tiempo y con mucho esfuerzo todos unidos llegan a San Miguel y seguirán cargando alimentos e historias por toda Antioquia.

Tomado de:

http://www.bibliotecanacional.gov.co/blogs/centrosmemoria/2011/07/06/las-aventuras-de-armando/

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