viernes, 26 de octubre de 2012



UNA TRADICIÓN, DE LA CUAL NO SE PUEDE VIVIR.

Angy Carolina Pinzón Porras

La señora Gilma Pérez tiene 51 años. Ella nació en Charalá el 23 de julio de 1961 y siempre ha vivido aquí en Charalá. Es viuda, pues su esposo murió hace 10 años y tiene tres hijos, el mayor está en el ejército, la que le sigue está trabajando en un almacén en San Gil y su hijo menor trabaja en una empresa también en San Gil. 

Ella empezó a coger culonas cuando tenía más menos unos 10 años, pues esto era algo que ella podía hacer. Aprendió viendo a sus padres cuando la mandaban a que cuidara los hormigueros. Ella solo desempeña esta labor cuando es temporada de hormigas  es en el mes de semana santa, por lo cual de esto no se puede vivir, y por esto ella trabaja la mayoría del año vendiendo cominos en la plaza los martes y trabajando en casa de familia.

Cuando es temporada de hormigas ella se levanta bien temprano, se hace el desayuno, el rumbiador, se pone una camisa manga larga, una sudadera, una botas de caucho y una gorra. Se come su desayuno hecha el rumbiador en la chácara y  se va a coger hormigas pero eso si también se lleva sus 2 litros de limonada.

La cantidad que más ha cogido son 5 libras, ella las vende, así,  por libras y se las pagan desde 20 mil pesos a 30 mil pesos, las vende en el puente, es el lugar donde la gente tradicionalmente se reúne a venderlas y a comprarlas, crudas.

Los compradores de hormigas las venden tostadas, aquí mismo en el pueblo o para llevarlas a las ciudades o poblaciones  cercanas. En la finca tiene varios hormigueros pero ella solo puede coger hormigas en dos o máximo tres hormigueros, en los otros,  deja que otras personas cojan.

Doña Gilma tiene familia en Barichara y a veces la llaman de allí para que le mande hormigas culonas,  puesto que  allá son muy apetecidas por los visitantes, muy costosas por el uso en la preparación del cordero, sobre todo en la realización de salsas y decoración de platos típicos.

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