viernes, 26 de octubre de 2012



El Silencioso Hilado

Por Salatiel Chaparro Ramírez

Un día no muy normal me detuve a escuchar un sonido que me llamo mucho la atención, puesto que siempre que pasaba por este extraño lugar lo sentía. Era el ruido de una maquinita que parecía girar y girar y me causaba mucha intriga, pero lo más especial es que provenía de una casa donde solo vivía una anciana sin mucha salud.


Pocos sabemos de su importancia en la elaboración de prendas en lienzo de la tierra, pero es este trabajo artesanal, “el hilado”, el proceso menos visible pero el más importante para esta tradición. Aunque parece no tener mucha relevancia, si no hay hilo y quien lo hile no abrían tejidos en algodón de la tierra.

 Este oficio que nació hace muchísimos años y que personas como doña Encarnación Cala y doña Mercedes Silva lo revivieron con ayuda del INCORA (Instituto Colombiano de Reforma Agraria) gracias al proceso de parcelación que se dio en la vereda el Salitre del municipio de Charalá donde se ubico uno de los centro de tejido más conocidos en el municipio, estas dos mujeres se encargaron de difundir sus conocimientos sobre el hilado y el tejido en algodón de la tierra a mujeres campesinas favorecidas con este proceso.

 Es precisamente  doña Ana Eduviges Céspedes una heredera de esta tradición que viene siendo trasmitida de generación en generación. Doña Ana una de las 80 y tantas mujeres hiladoras activas del municipio de Charalá, mujeres que dedican mucho de su tiempo a hilar dejando incluso tareas domésticas a un lado para dedicarle tiempo a lo que ellas llaman su única fuente de ingresos.

La señora Eduviges mujer que desde muy niña deseo hilar y que su madre no se  lo permitía puesto que es una tarea que requiere de mucho cuidado,  para evitar que las fibras de algodón queden demasiado gruesas arruinen las prendas o demasiado delgadas que se revienten con facilidad.

La señora Ana Eduviges compra el algodón en bruto en la corporación del lienzo y con sus suaves manos lo despepa, lo desmota y posteriormente convierte el algodón en hilados.   

Mi admirada Ana con sus 78 años en sus hombros, hila como si tuviera 15 años, aunque el paso de los años le está dejando huella, y lo sienten su debilitada  vista y sus riñones que parecen colapsar de dolor por la posición que adopta para hilar. Hoy en día dedica entre 3 y 5 días a la semana a su oficio artesanal de hilar o como ella lo llama “mi oro blanco de la vejez” puesto que es lo único que prácticamente puede hacer.

En estos 15 años que lleva en el oficio ha pensado dejar el hilado a un lado, pero se da cuenta que ella no puede cortar el trabajo que no solo genera dinero si no el mantenimiento de una tradición de nuestra cultura y es así como a transmitido este arte autóctono a la mayoría de sus hijas y nietas que gracias a su madre y abuela maestra hoy saben hilar.

Doña Ana y su familia esperan que algún día le aumenten el precio del hilo que producen y venden a la corporación del lienzo,  ya que ellos han obtenido reconocimiento y un premio otorgado por club Colombia, teniendo en cuenta que el precio del hilo de ahora no produce  para mantener a una familia. Aunque para Doña Ana Eduviges Céspedes solo le basta con que la dejen trabajar hasta que su corazón deje de palpitar.

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