El Silencioso Hilado
Por Salatiel Chaparro Ramírez
Un
día no muy normal me detuve a escuchar un sonido que me llamo mucho la atención,
puesto que siempre que pasaba por este extraño lugar lo sentía. Era el ruido de
una maquinita que parecía girar y girar y me causaba mucha intriga, pero lo más
especial es que provenía de una casa donde solo vivía una anciana sin mucha
salud.
Pocos sabemos de su importancia en la elaboración de
prendas en lienzo de la tierra, pero es este trabajo artesanal, “el hilado”, el
proceso menos visible pero el más importante para esta tradición. Aunque parece
no tener mucha relevancia, si no hay hilo y quien lo hile no abrían tejidos en
algodón de la tierra.
Este oficio que
nació hace muchísimos años y que personas como doña Encarnación Cala y doña
Mercedes Silva lo revivieron con ayuda del INCORA (Instituto Colombiano de
Reforma Agraria) gracias al proceso de parcelación que se dio en la vereda el
Salitre del municipio de Charalá donde se ubico uno de los centro de tejido más
conocidos en el municipio, estas dos mujeres se encargaron de difundir sus
conocimientos sobre el hilado y el tejido en algodón de la tierra a mujeres
campesinas favorecidas con este proceso.
Es precisamente
doña Ana Eduviges Céspedes una heredera de esta tradición que viene
siendo trasmitida de generación en generación. Doña Ana una de las 80 y tantas
mujeres hiladoras activas del municipio de Charalá, mujeres que dedican mucho
de su tiempo a hilar dejando incluso tareas domésticas a un lado para dedicarle
tiempo a lo que ellas llaman su única fuente de ingresos.
La señora Eduviges mujer que desde muy niña deseo
hilar y que su madre no se lo permitía
puesto que es una tarea que requiere de mucho cuidado, para evitar que las fibras de algodón queden
demasiado gruesas arruinen las prendas o demasiado delgadas que se revienten
con facilidad.
La
señora Ana Eduviges compra el algodón en bruto en la corporación del lienzo y
con sus suaves manos lo despepa, lo desmota y posteriormente convierte el
algodón en hilados.
Mi admirada Ana con sus 78 años en sus hombros, hila
como si tuviera 15 años, aunque el paso de los años le está dejando huella, y
lo sienten su debilitada vista y sus
riñones que parecen colapsar de dolor por la posición que adopta para hilar. Hoy
en día dedica entre 3 y 5 días a la semana a su oficio artesanal de hilar o
como ella lo llama “mi oro blanco de la vejez” puesto que es lo único que
prácticamente puede hacer.
En estos 15 años que lleva en el oficio ha pensado
dejar el hilado a un lado, pero se da cuenta que ella no puede cortar el
trabajo que no solo genera dinero si no el mantenimiento de una tradición de
nuestra cultura y es así como a transmitido este arte autóctono a la mayoría de
sus hijas y nietas que gracias a su madre y abuela maestra hoy saben hilar.
Doña Ana y su familia esperan que algún día le
aumenten el precio del hilo que producen y venden a la corporación del
lienzo, ya que ellos han obtenido
reconocimiento y un premio otorgado por club Colombia, teniendo en cuenta que
el precio del hilo de ahora no produce
para mantener a una familia. Aunque para Doña Ana Eduviges Céspedes solo
le basta con que la dejen trabajar hasta que su corazón deje de palpitar.
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